Viaje póstumo
Más que bien, entre brumas agonizando,
todas las ansias de un febril cadáver,
aguardan a las sombras,
riendo, llorando,
se disipan,
para luego volver a ser...
Recuerda en sus últimos momentos,
sin olvidar detalle,
sin perseguir,
como ruido sin dimensiones, imperceptible,
los hálitos imperecederos del mural azul,
los golpes que da el viento,
las caricias del fuego,
la cabriola del destino
burlándose de la carne,
del pensamiento,
del hedor y de la fe...
Mira, por esa última porción de tiempo,
la cálida representación del limbo,
la secuencia de las escenas,
el pabellón insensato de los actos,
la conciencia primigenia
que construye y luego derriba,
la misma canción,
el mismo edificio,
las puertas, las bienvenidas, los adioses,
las guerras, la paz...
Acaricia en el escaso minuto
con sus lúgubres luces
el delicado aroma del viento penúltimo;
colorea con su seca garganta
los murmullos del espacio y el tiempo,
con un canto último...
Se manifiesta sin sueño, ni cansancio,
en el umbral de las íntimas miradas...
Y sus sombras desvanecidas
gritan postreramente
sus pinceladas borrosas,
sus casi existencias...
Hay una piedra,
en ella inscrito un nombre,
uno que fue,
uno que será...
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