Sueño de una siesta de verano
Los pequeños detalles nada importan
si lo único que hago es derivar,
esgrimir poderes extraordinarios
para que me bata en duelo la humedad.
En una ánfora he escondido mis caprichos.
En un trono he dejado la emoción.
Y en el medio de dos grietas inconstantes,
tres docenas de grados de calor.
A
he premiado con ramitas de laurel
y a los hombres de buena voluntad
"do not go gentle into that good night."
Capitán inconducente, con testigos
a la tierra, el aire, el fuego, el agua, el mar.
Bamboleando se cayeron las penurias
y la física no las quiso levantar.
Los que llegaron a cantarle a Gardel;
los que anduvieron donde el diablo perdió el poncho,
no hallaron nadie que les corte el rostro,
ni El Dorado, al entrar a Tapalqué.
Al buen día se le queman los papeles,
al mal paso le aguachentan su poción,
se astilla en mil pedazos la frase hecha,
las fronteras han perdido la razón.
Melindroso caballero es Don Dinero.
Los ratones le devoran el stock.
Al patíbulo le cruzaron los cables,
las anfetas del doctor cavilación.
Pico Largo y Nariz Corta en Alcorta,
a alguien más supunen encontrar.
De la mano de Tarquino, se saciaron
con frutas frescas, por deshidratar.
Se volaron las chapas del olvido.
Derraparon las gomas del –que se yo…-.
Se rajaron los estrados de la ignorancia.
Se compactaron los residuos de la cerrazón.
-Doble o nada- amenaza la banca
que a un espejo tiene por interlocutor.
Un cajón de zapatos aujereados
garantiza la igualdad de su ecuación.
Cada tanto no hay mañana que no llegue.
Cada tanto puede volver a empezar.
Y el mal que se amortiza en cien años,
en un buque, cual virrey, se las tiene que
tomar.
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