SE ME FUERON
Se me fueron las sierras,
los montes y sus valles.
Se me fueron los sueños que sembraron,
por la sorda rendija de los años,
que tanto me importaron,
sin que a nadie le importara,
cuánto de bueno me dejaron.
Se me fueron los collados y su luz,
la redondez de las lomas
que depósito fueron,
de mis floridos sueños,
que para vivirlos me cuidaron.
Se me fueron las mañanas soleadas,
los regatos y torrentes saltadores,
las sombras de las noches lunadas,
que llenaron de temores.
Se me fueron los arroyos bailadores,
las riberas de bellos colorines,
los jilgueros que poblaron
alamedas, de sonoras soledades.
Me ha quedado la nostalgia,
el sabor sombrío del asfalto,
un río en tropel de escalofríos,
corriendo por el seno de mis venas,
vómito de mi cuerpo desolado.
Necesito las cumbres y su luz,
donde nace fulgente la mañana,
luminoso reino donde
Eolo
reina feliz y de buena gana,
para inyectar en mi pecho,
los placeres que recibo satisfecho.
Necesito los montes con sus fuentes,
las orillas de los ríos soñadores,
la belleza de las nacidas flores
en las riberas que alegran la mañana,
donde brillan generosas,
las gotas de rocío temblorosas.
Necesito los lirios y las rosas,
los prados con su verdor y con sus cardos,
tender mi espalda dolorida,
sobre los acogedores lechos,
de los prados albos.
Necesito dormir sin desvaríos,
descansar mirando el cielo;
convertido en sosegado ermitaño,
doblegar las demandas
que alimenté en tantos años.
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