Romance segundo

Qué temor ha de existir
en su infinito amor, con sus intermitentes suspiros.
Sus ojos arrullan la calma que mi demencia necesita,
de su piel nace lo hermoso y no existe la tristeza.

Y es que ella todo lo ama
y amáronse todos por ella.
De todos yo estaba harto,
a nadie ella buscaba.
¿Qué habrá visto de mí?

¿Qué hará a esta hora mi amada?
que entre sus finos dedos se perdieron mis encantos
y por sus cabellos, los mejores aromas percibí,
por sus labios mis sueños se llenaron de pasiones
y mis pasiones hicieron de mí un hombre distinto.

Déjame recordarnos, entonces, cuando no existíamos,
¿y si fuéramos desconocidos?
Siéntase pequeño el universo con lo que usted y yo somos
Mi bella… Qué maravillosa mujer es desde que la conozco
y viérase qué fortuna la mía al besar sus manos.