Reencuentro de almas
Reencuentro de almas
En comunión con mi cuerpo,
Te recordamos,
Soy yo,
Y tú,
T
Tocándonos mil años,
Besándonos algunos cientos,
Enamorándonos,
Y al vernos,
El silencio del Olimpo,
Se transforma en Caos,
Afrodita es testigo del deseo,
Y los dioses testigos de dos Ángeles reencarnados.
La galaxia entera suspira nuestro amor,
Formando filas para observarnos.
Los seres se preguntan:
¿Donde queda su odio y rencor humano?
Nosotros respondemos:
Somos amor, paz
Somos perdón, aceptacion
Somos Luz
Somos caos
Somos oscuridad
Y somos desorden.
Mas aun, la luna se muestra de noche y es una con su propósito: brillar en tiempo presente,
Mas aún, el sol se muestra de día y es uno con su propósito: brillar en tiempo presente,
Comparar nuestro propósito nos es innecesario.
Abrazamos nuestra luz,
Abrazamos nuestra oscuridad,
Y como propósito, somos complemento,
Como nuestro amor,
Y nuestros labios,
Que al juntarse,
Forman olas de placer,
Que recorren nuestro cuerpo,
Y en forma de espiral,
Nos abrazamos,
Y no hablamos,
No hay nada de qué hablar,
Cuando dos cuerpos son uno,
Las palabras no alcanzan para contar las hermosas historias que solo los eternos inmortales conocemos.
Y la noche no es mala,
Y el día no es bueno,
¿Por qué tenemos miedo de lo que no vemos?
¿y por qué cuando creemos que vemos, creemos que sabemos?
Atrevamonos a avanzar sin miedo a no ver,
Y cuando veamos, hagámoslo juntos, para saber.
Y te admiro,
Honorable guerrera,
Las maracas de tu ser,
Son un reflejo de las mil y una batallas de las cuales han vencido.
Y tu corazón,
Ha sido tu sable,
Y tu garganta,
Tu escudo.
Pero basta,
Ya no es hora de luchar,
Deja las armas,
Suelta tus maletas, tus miedos, tus odios y rencores,
Suelta tus limitaciones.
Sacate los zapatos y las piedras que llevas con ellos hace tanto tiempo,
Suelta tu cruz,
Y tu mochila,
Para donde vamos,
No necesitamos nada.
Vamonos juntos al viaje infinito del ser,
El Dharma nos espera.
Tus ojos reflejos del cielo y del mar,
Tienen control sobre el universo entero,
Como portales de luz,
Abren paso al andar,
Y tu dulce silueta dorada,
Crea puentes entre el cielo y la tierra,
Más aún, tus alas, dulce mujer,
Te llevarán donde vos decidas.
Te veo,
Me ves,
Ojos claros, serenos,
Un minuto en la luz de tus ojos y despierto de todo mal,
Abrázame por la eternidad.
Y caminemos por las alfombras doradas al despertar,
Yo como Rey,
Tu como Reina,
Dueños del imperio de nuestra consciencia,
Y de nuestra realidad,
Construyamos juntos,
La vida que tanto anhelamos.
De: José Manuel Ignacio Alvarez Hidalgo (Coté)
Para: Anne Marie Huber (Linda)
Con amor (Muchísimo amor)
Conoce más del autor de "Reencuentro de almas "