RAZA HERENCIA
La flor se marchita con la llegada del conquistador, entre sangre y lágrimas la humanidad esclavizó, las matronas abusadas, los niños secuestrados y educados fueron, las tierras se tiñen de rojo, los invasores partieron el oro, dividieron los cantos y las tierras, esclavizaron un mundo libre, profanaron los dioses celestes.
Esa conquista ajena a la paz dejo viuda, ajena a las costumbres ancestrales, impone al indígena sangre y rencor, “conquistar algo que ya tiene dueño, es retirara al cielo el firmamento”, ese algo como hombre camina sobre las praderas, digno de su raza digno de su herencia, el heredero legítimo de la tierra fértil, fue exiliado de su hogar humilde.
Los ríos teñidos en sangre, el cielo de color vino se ha de volver, el aroma del ambiente es de guerra y dolor, la pestilencia del poder que atrae a los conquistadores, inunda un paraíso de vitalidad latente, el color dorado ahora cubre ese corazón, frio y antagónico a los agonizantes lamentos indígenas.
El cazador se convierte en la presa, el hombre se convierte en el carcelero del hombre, el hombre es ahora el invasor de nuevo mundo, por derecho creyeron ganar las tierras con lamentos, una falsa gloria construida con las raíces robadas.
La raza pura se mezcla con sangre extranjera perdiendo la inmaculada y diáfana herencia, sin embargo la misma corre por la sangre, como titanes resurgen los portentosos temerarios, y en sus ojos se ve el reflejo del pueblo marginado, la ira corre por sus venas como caudal de rio, la injusticia que vivió los guiaran en su camino.
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