Rapsoda
Considero que este aforismo llegará con ambrosía,
vestido de pena y contritidad me acerco con respeto,
para susurrarte con latencia la rapsoda de tu picardía
en postura del paradigma en sentimiento completo.
Mientras diviso las nubes encapotadas, cruje el firmamento,
se disipa la gente pero yo te percibo en cada gota que toca el suelo
bailo junto la lluvia en sonido de tus voces al viento,
sé que estas presente y es la razon del por que danzo y vuelo.
E
disfruto lo sublime de tu espíritu fugaz
que sin escollos emite el enigma suntuosa
tan epicúrea pero para irse presurosa...
Quisiera el tesoro místico de tu quid mio,
poseerlo en isla relegada de mi delirio
que ni los mapas ni califas lo hallarán
pero tu existencia proficua algunos sabrán.
Percato la pulcritud ígnea de tus manos
en mis cabellos lividos tristes desesperados,
oh, fue una quimera de lluvia en la que escribo,
como será al verte sin estar dormido...
Me apoyo dócilmente en aquella ventana empañada
que llorando las nubes acuitadas me acompañan
sosegando el nudo en mi pecho necio en amarte
mi mente dibuja un corazón para recordarte.
El frío belicoso es mi único abrigo en mis caminos
por la ausencia de tu calidez mirífico oneroso
tan abstrusa en conquistarte, tan lindo, tan divino
donde estarás musa mía en este mundo tan tedioso.
Siento que en cada paso y en cada latido
estas patente y arcana adherida a mi alma
que emancipando las entelequias al cupido
te doy las gracias por tu amor que me calma.
Avizoro la carretera en reflejo de luz
que póstumamente de llorar el firmamento
me asemejo a un charco, anhelo tu virtud,
noches como esta invoco tu aurora en mi pensamiento.
Oh, ya amanece, que beatifico, que soledad...
depreco hacia el alba efebo tu nombre
y oteo tu arcoiris en arte para dar
que junto a mi piel tus dulces colores
hace que faustamente me asombre
de lo veraz que fue lo tuyo sin rencores.
Angel blanca en nieve al suspiro de mi rapsoda
tu sutileza son los versos etéreos de mis poemas
aunque exangüe la esperanza lucho por mi diosa
nadie detendrá mi corazón a tenerte
ni óbices, ni vientos, mejor que teman
a este vigor con fortaleza de quererte.
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