¿Qué hubiese pasado?

¿Qué hubiese sido
de Narciso sin la obsesión
a su belleza, si caminara
sobre la orilla de la laguna
viendo cómo medran
los lirios,
o se dejase acariciar
por la frescura
de la brisa o el viento?
¿Quizá notase

a esa criatura que se maravilla
apacible de la grandeza
de las flores,
cautivada por su belleza,
por el místico milagro
de brotar sobre
del agua;
o el prodigioso
despertar de la flor
de loto?
¿Qué sentiría Narciso
si notará el desmedido encanto
del murmullo del agua,
el croar de la rana,
o el gorjeo de algún mirlo?
¿Qué hubiera pasado
por un segundo
notará el golpeteo
de los juncos, como
una suave danza?
¿Si por solo un instante
hubiera desviado
su mirada reflejada
en el agua, y llevarla
a la joven, encantada
por la majestuosidad
y sutileza de los pétalos
de lirio, estaría
con nosotros
o aun así, hubiese perecido?