¡QUÉ DIFÍCIL!

¡QUÉ DIFÍCIL!

De tanto divagar por caminos en sombras,
sin encontrar nada que sustentara mi búsqueda,
ni siquiera la pequeña luz ilusionada
de unos labios abiertos en flor.

Defraudado, me quedé sentado
al borde del camino,
bajo los florecidos magnolios.

¿Qué esperabas? -me dije-
En verdad, ni yo mismo sabría decirlo.

Estaba tan vacío,
que cualquier cosa habría sido suficiente
para colmar la bolsa de mi deshilachado corazón,
por tanta búsqueda, por tanto camino recorrido.

Bien un paseo acompañado,
una caricia, una palabra de aliento,
a lo mejor, un abrazo de amigo,
o un sorpresivo beso de enamorado...

¡Qué sé yo!
Algo que sé que existe,
pero que es tan difícil encontrar
por cuanto llevo visto y vivido.