Primer balbuceo, octava lucubración: de la fémina y el sexo. En resumen, de un ídolo hirviendo.
Pequeña, pequeña niña
¿sientes el beso de la cera?
Por ti sacrificaría un cordero
y te bañaría en oro fundido
Por ti disfrutaría tus gritos
y tu carne derretida y dorada
Por ti y quizá por el mundo
Por ti, y quizá por mí y por nadie
me recluyo en un navío en zozobra
quizá rezo en mis noches libres
que no son ni mucho menos pocas
y ahora que tu cadáver insensible
mis aposentos con su brillo adorna
puedo ver en tus ojos la sonrisa
que indica que es la puta hora.
¡Han caído los dioses!
Y con ellos yo.
Autor: Luis Periáñez Llorente
del poemario "Tres balbuceos".
Poemario completo en:
https://www.academia.edu/9577471/Tres_balbuceos
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