Persignación
...
Para llorar ese río más largo de mi país.
Mis ojos vidriosos de tanto llanto
se han limpiado solos y se exponen en una vitrina de papel
todo que me abstenga
de no ir,
de no satisfacer la deuda que tiene de verme arrodillado frente tuyo;
que nadie sea yo si lloro
y que mi alma se tuerza cada vez que le mire
y que de mi boca salgan caballos desbocados y muertos
la paz que cargo (o que cargaba desde la infancia) se ha desusado,
ya no la tengo,
de oreja en oreja saltan las campanas moribundas.
Necesito cantarle este dolor al mundo
que sepa que me abandonaron
que mi voz
tocó otro canto y se hizo añicos
que la guitarra que soñó brevemente mi canto antes
se ha hecho hueso
Que canten los gallos
que se mueran al unísono mis poemas.
El poema y este cuerpo que ya no es mío;
sí he llorado
tanto
que no hay refugio en nada y te alejas como dios
en frente de la multitud;
mi cuerpo ha pasado a formar parte de todas las constelaciones
humanas
que se han inventado
que me huyan de todo párpado ciego
que bailen libélulas que lloran
que se agrieten las conchas del mar por no saber usarlas
que mi cabello se haga húmedo
y que mi abuela que no me reconoce, hoy reconozca a mi llanto
Con toda mi familia te has ido al viento
en Loja
y has depositado una cicatriz de piedra pómez
en el lugar del disparo,
el costado izquierdo de mi hombro no hace más que llenarse de miedo
al saber que aun puedo llorar más,
que los restos de mí sean tatuados en las iglesias, en los parques
en las cafeterías donde
nos dijimos si todo el tiempo,
que ese regocijo de clima
no haga más que bailar esa canción del olvido.
Me persiguen y yo les persigo a ellos
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