OGM TRANSGÉNESIS (II)

(CONTINUACIÓN DE I)
No podía encontrar respuesta. El sitio era salvaje y muy avanzado a la vez, con vegetación que parecía ser artificial pero no, era de naturaleza claramente alterada; en definitiva vida subterránea de otro mundo. En la prisa, en mi desesperación, pedí un pronto amanecer, pero siguió dominado la penumbra. Luego, sin que yo sepa de dónde, apareció un aparato volador que descendió en una pequeña base que surgió al abrirse el suelo entre los matorrales de la inmensa cueva y; tanto me distraje en tratar de retener la forma del novedoso aparato que, otros me tomaron por la espalda de improviso y llevándome al peso me subieron a esa especie de huevo volador. Al estar en su interior no hallé otro viajero. Hubo un estallido luminoso muy frío. En instantes, por algún misterio, por ciertas imágenes mentales que se sucedían unas tras otras, me di cuenta que retrocedía en el tiempo y espacio. Intuí mi salvación. El hecho es que mis captores me adormecieron con esa luz en la cabina y se fueron. No tengo la menor idea de cuánto duró el viaje por haber dormido. Al despertar sentí alivio, reconociendo que otra vez me hallaba en ese gran bosque de mis andanzas. Sintiéndome casi seguro de no tener más problemas en medio de la noche, sin reloj ni móvil que se habían quedado en la extraviada mochila, miré hacia lo alto y la luna se notaba más pequeña o distante que de costumbre; por eso busqué un árbol frondoso que me sirviese de protección en caso lloviese. Y aquella noche cuando el bosque parecía estar más lleno de ojos relucientes que se mueven a lo lejos por lo alto y pequeños senderos, el sueño impidió que siguiese observando si acaso apareciese un depredador hambriento. No amanecía todavía cuando desperté dentro de unas instalaciones vigiladas por personas de aspecto grato y confiable, vestidos de blanco.
— ¿Dónde habéis estado?, vuestros familiares han buscado por siete días seguidos —dijo una linda enfermera.
— Y casi totalmente desnudo en el campo —comentó un médico.
Entonces recordé nuevamente de aquella tarde al salir de casa, me interné por entre la tupida vegetación de la selva nórdica, deseando atrapar a un lobezno que jugaba a esconderse, corrí por el bosque de coníferas, hasta que llegó la noche, obligándome a pernoctar entre las ruinas del castillo. Cerca de la madrugada escuché ruidos entre los follajes y me puse a indagar. De improviso unos tipos me rodeaban, se notaba que no eran terrestres. Me agarraron, y llenaron en una cápsula plástica negra con orificios para respirar. Después de un corto trayecto escuché un suave zumbido de un artefacto. Tuve sensaciones de vuelo. Ahora todo está claro, hicimos dos viajes. Al devolverme a la Tierra de noche, escapé del envoltorio y, estando distantes las ciudades caminé algunas horas, hasta que me dio hambre y sueño; por eso, luego de hartarme de moras y castañas, me acurruqué nuevamente junto al gran pino y llovió mucho. Eso de hallarme desnudo fue para ponerme buena ropa, porque lo anterior, ese feo enterizo que me pusieron los seres del espacio, seguramente lo guardaron para investigar sobre su tejido que podía cambiar de temperatura según la necesidad del cuerpo.
—Hay cosas extrañas en su profundidad del bosque —dije a quienes me ayudaron.
—No es bueno regresar por allí —recomendaron los médicos.
Me sentí libre y a la vez pensativo de lo que les pudiese ocurrir a otros.

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