Nemo

2014 Jul 25
Poema Escrito por
Mistered

Yo tuve un pez llamado Nemo. Él fue el símbolo de una época de intenso idilio conmigo mismo. Debido a mis escasos recursos, construí con mis propias manos el acuario donde luego alojaría a mi amado pececito. Se trataba de un pez dorado color rojo oro, fue el primero de cinco peces que puse en el acuario. Nemo era realmente hermoso, con su larga cola en forma de cometa. Habia en su carita algo que me llenaba de ternura. Como habia dispuesto el acuario en mi cuarto, frente a mi cama, lo primero que solia ver al despertarme, aun medio dormido, era una mancha rojiza que se movia de un lado a otro, yo la miraba sin comprenderla hasta que al despertarme del todo caia en al cuenta de que esa “mancha” no era otra cosa que mi entrañable Nemo. Otras veces los peces estaban sobre el fondo de la pecera, descansando, mirando todos al vidrio frontal, y cuando yo me acercaba a ellos subían hasta la superficie del agua con evidente alegría, como saludándome. Si ponia mi mano en la parte superior del acuario. los peces subian sabedores que se les estaba por dar de comer. Dije que Nemo fue el símbolo de esa epoca hermosa, pero otros seres poblaban aquel tiempo dichoso. Mi gatito Miau, dócil y sociable como un perrito faldero, Deisy, una hermosa y adorable cruza de Collie. Y un caracol, el cual coloqué en un terrario tambien armado con mis manos. El caracol se llamaba “Poroto” en homenaje a mi mama, apodada Porota que me lo trajo directamente del jardin de mi primo Mario. Me fascinaban sus lentas evoluciones, su vida enlentecida. Era pobre en recursos, pero el oro de la felicidad relumbraba en mis ojos abiertos al cúmulo de maravillas que nos rodean. Por esa época soíia levantarme muy de madrugada y, mate de por medio, me sumergía en la nectárea lectura de Henry David Thoreau. Las horas del universo graviaban sobre mi alma receptiva a la belleza omnipresente. Era realmente dichoso, aún no me habían asaltado los sucesos infaustos que llegaron a eclipsar por largo tiempo mi vida. Tenía una vision adánica de la existencia, miraba todo como por vez primera. La muerte de Nemo inauguró un tiempo aciago, un suceder de tristezas y hasta de verdaderos infiernos. Lo encontré una mañana con el vientre hinchado. Se estaba muriendo. Acompañé su agonía hablándole, le decia: “Nemo, mira que límpida está el agua, ponte bien”. No tuve corazón para sacrificarlo. La hidropesia había deformado su carita, en la que yo veía una cifra de la ternura. Cuando murió le improvisé un féretro con una cajita y lo enterré en una maceta del balcón donde había un limonero, el cual reverdeció. Nemo, mi pececito mágico, Yo sé que ahora tu almita leve está nadando por los golfos etéreos, por la Vía Láctea, en la pecera de Dios

2014 Jul 25

Mistered
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