Lucha...

Me siento como en mitad de un circo romano,
atropellado una y otra vez por coches de caballos
mientras el gentío grita satisfecho.
No es para tanto,
al menos ofrezco un buen espectáculo,
le estoy cojiendo el gusto a esto de caer,
levantarme y recibir un nuevo golpe,
debe ser una especie de extraño sadismo del alma.
La gente quiere dolor,
empatizamos con él.
Sin dolor estamos vacíos,
venas y arterias huecas,
cráneos huecos,
ojos ciegos,
amor quebradizo,
odio descuidado,
corazones donde podrían anidar cuervos...
sin dolor somos extrangeros dentro de nosotros mismos.
Me siento un gladiador
esperando a que el pulgar
apunte hacia abajo,
dejaré para ese glorioso instante
todo ese royo de dar lo mejor de mí,
aunque existe una elevada probabilidad
de que para entonces
esté demasiado cansado.
Después de tanta lucha,
después de tanto sacrificio sin recompensa,
hasta el mejor guerrero arroja su espada,
lanza por los aires su escudo
y acepta su destino con los brazos abiertos
y una sonrisa en el semblante,
pero hasta que ese momento
pueda ser llamado presente
mis puños seguirán preparados para el combate,
mi corazón seguirá bombeando
mi sangre ponzoñosa,
mis ojos seguirán buscando horizontes,
mi mente seguirá perdiéndose
en laberintos de miseria,
mi amor seguirá siendo puro,
mi odio seguirá siendo puro...

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