Llamada a la muerte

Me he ocultado detras de ladrillos en concreto, debajo de una cobija que no deja que el frío penetre, duermo al lado de dos peluches que mantienen la promesa de no irse, de estar. El techo descubre mis incomodidades a traves de los años, me he mantenido prisionera de un sistema dificil de salir, huyendo con palabras y con lagrimas de vez en cuando.
Llorar no es lo mismo que sufrir, yo silenciosamente estoy llevando una carga que a decir verdad no estoy soportando. Tengo una familia que demostró no necesitar de mi, que sus comentarios hacen que la depresión siga haciendose fuego.
Desde hace meses no sé que es la tranquilidad, es decir, estoy encerrada en una casa que construyó mi padre antes de morir y mi mamá nunca supo corresponder al cariño que necesita un hijo, tal vez a lo básico. Fue así como ese entorno en el que los golpes en mi adolescencia y los gritos de todos a la vez me hicieron alejarme para buscar en las parejas lo que no encontraba en casa, tal vez ternura, comprensión o compañia, pues a pesar de todo el esfuerzo de mamá, yo habitaba en otros hogares viendo como amaban a sus hijos, a sus hermanos, como los abuelos hacían parte fundamental del proceso.
Me he querido morir desde que tengo memoria.