La vida

Su carne sintió
como la vida se adentraba
hasta la última entraña que envolvía a su alma.
Como Devoraba cada centímetro
en todos sus órganos y surcaba su fina piel, antaño bella.
Y aún así siguió con la esperanza
como remedio infinito al sufrimiento, compañero en su rutina.
El último suspiro hubiese sido
alivio en el caminar
de su desierto sin oasis.

Los pensamientos entraban frecuentemente en contradicción con sus deseos.
A pesar de todo nunca dejó de tener sueños, aún sabiendo que jamás se cumplirían .

Cielo deleite encumbrado
al descanso peregrino.
Abre tus puertas que acogan,
a este humano sin camino.
E. Escribano