LA ÚLTIMA NOCHE
Sólo fue un momento en el que estuvo alejada, y cuando regresó la recibí de nuevo con los brazos muy abiertos, parecía ella sospechar que nadie la esperaba; pero ahí estaba yo dispuesto a escucharla, ¡estoy muy cansada! exclamó, justo después pidió que cerrara la puerta, obedecí con la curiosidad de saber lo que expresaba su rostro, esperé en su puerta hasta asegurarme de que estuviera completamente dormida, entré de nuevo a su habitación, y en medio del silencio absoluto agradecí a Dios por tenerla de nuevo en casa; muchas noches se repetían de esa manera, otras noches la podía escuchar, le podía hablar; compartíamos historias y anécdotas de un día rutinario o inusual, era una hora inoportuna para aquellos que anhelaban descansar, pero yo no anhelaba descansar, deseaba antes oírla, y de su voz asegurar su felicidad; algunas veces ella me buscaba, pero me iba también lejos, y me perdía, creyendo instintivamente que siempre la tendría, que nunca se marcharía. Hoy es la última noche, no tiene sentido lamentarme aunque naturalmente lo haga, ¡cuánto hubiera podido aprovecharla de mejor manera!, no puedo decir que es tarde, pues aún en la lejanía puedo contarle mis fracasos y mis éxitos, lo que me agrada y lo que me enfada; es posible hacerlo, aunque no sea en una noche con la única luz prendida de la casa, la de su habitación...
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