La rebelión "segunda parte"
II
El desertor ocasionó una rebelión
para derrocar el gobierno del Creador,
amenazando con destruir y exterminar
al gran comandante celestial
¡el Ángel de Jehová!.
Imputó a Dios de abusar
con su poder divino,
restringían la libertad y alegría
a todas sus criaturas angélicas.
¡Truenos!, ¡relámpagos!,
Una voz gritó: ¿Quién como Dios?,
era Miguel el arcángel y jefe
de los ejércitos de Jehová.
Su mismo nombre lo pronunció.
Un príncipe fiel al gobierno de Elohim,
quien se opuso a los oscuros y perversos
planes de Satanás y su legión;
la mitad de todos los ángeles del cielo.
Humilde y de buen corazón,
esbelto y elegante.
No era orgulloso
y peor jactancioso,
su misión; resguardar
las llaves del Reino.
El príncipe celestial
se enfrentaba al adversario;
el cielo profetizaba la guerra,
las tropas del Dios Altísimo
marchaban en orden y al mando
de Miguel; el guerrero de la luz.
Mientras que las tropas oscuras
eran comandadas por el emperador
y creador del mal.
Sus aspectos ya no gozaban de paz,
estos seres eran el reflejo de su líder;
la codicia y la obsesión de reinar
y despojar de la gloria al Hijo de Jehová.
¡Hastiado de obediencia!
comete el gran delito
de la desobediencia.
El ángel rebelde
da inicio a la guerra
donde su objetivo es
usurpar el Trono Divino.
¡Heridas graves!
¡sufrimiento y dolor!
todo era explosión,
en esta batalla sus habilidades
eran extraordinarias, pero los buenos
combatían con el corazón de Elohim
lleno de justicia y sabiduría,
lleno de bondad y verdadera autoridad,
desechando la avaricia, la codicia,
despojando toda envidia y malicia,
para ellos lo único en su mente
es servirle a Yahvé.
Luchaban con gloria y fuerza.
Pero de pronto las alas
de los ángeles rebeldes
se quemaban en grandes
torbellinos de fuego.
La ira de Jehová se estremeció
en el Reino de los Cielos
para castigar al provocador
de la rebelión.
Satanás sufrió
una transformación.
Ardiendo todo en llamas
sus alas se despedazaban
pero su fuerza dominaba el dolor
más no el miedo y peor el temor.
Hasta que su inteligencia
tomó el control de su cuerpo
y con su intelecto controló
sus sentimientos,
que de ser luz ahora era
espanto y horror,
cuyo rostro y apariencia
se oscurecieron de color negro.
Siendo un ángel oscuro
con dotes increíbles y
siniestros.
Los traidores y seguidores
del adversario se convirtieron
en demonios por castigo divino
y al cumplirse todo estos sucesos
una voz dijo entre los vientos:
“Mi ira divina te condena
al Seol; y no a tu aniquilación;
de querubín protector
serás Abadón, el destructor”
Condenado al pozo del abismo,
el príncipe y sus demonios
fueron expulsados y arrojados
del Santo Monte de Dios.
Cayendo como un rayo de luz
el emperador del mal,
padre de la mentira,
el diablo acusador
se sintió tan humillado
y tan devastado
que juró vengarse
en el tiempo adecuado.
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