La brújula del tiempo
Daba la una de la mañana y le perseguían las cuatro, dieron las seis y media. La lluvia pisoteaba el barro y cubría de niebla los valles y las montañas. Pasaban semanas y así habían pasado meses, entre manzanilla, llanto y alegrías pasajeras. Las manecillas del reloj seguían saltando entre las hebras de mi cabello corto, seguía anotando mis sentires, acabando cuadernos.
Las mariposas se alojaban en mi cuarto mientras la lluvia se terminaba de mover y los pájaritos hacían su seña del nuevo día. El reloj seguía moviendo los segundos sin que hubiese nada que lo frenará; el frío abastecía lo suficiente para toda una contienda, la tristeza resbalandose sobre mejillas; labios rotos de no ser deseados; ojos arados de llanto; sueños que no tienen un horizonte superpuesto. La vida se me sigue resbalando de los dedos como un día temí, pero siguen los pájaros en la copa de los árboles y la lluvía sigue opacando al sol, es el mal tiempo para unos pero para mi es un poco de consuelo.
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