Historia de amor
Él la amaba.
La amaba como si el cielo, las estrellas y el sol fuesen ella.
Como si su vida no existiera y como si su corazón ya no le perteneciera nada más que a ella.
Pero las noches que pasaba aferrado a la esclavitud de su soledad se convertían en un infierno.
Su vida se transformaba en castigo, en peso.
Algunos gritos comenzaban a aparecer dentro de su mente, sus ojos perdían su color y su amor se transformaba en un gran odio.
Su dolor lo agotaba como si fuego lo quemara por dentro y los días que pasaban se convertían en una infinidad de pensamientos perdidos en su corazón muerto.
Ya no dormía, su alma, sus labios, sus pensamientos, su vida le pertenecían a ella, no eran nada más que de ella.
Pero ella no lo amaba a él, ya que era una historia de amor.
No una historia de ilusiones, un verdadero cuento de amor.
Él le dejaba rosas sobre el marco de su ventana, como si la noche fuera a llevarle su perfume de amor, o más que amor, de esclavitud.
Pero ella también sabía amar, sabía amar más que a todo.
Amaba al hijo de un diablo, y su corazón lloraba sangre por su culpa.
Hija de la oscuridad de los viejos y mugrientos barrios, hija de los infiernos y de los hombres que perdieron su alma y su corazón, que no tienen vida.
Pero sus ojos azules, sus labios de sangre y su cabello de noche hacían que olvidara su nombre, y su voz dulce y gastada lo hipnotizaba.
Pero ella estaba perdida.
Ya no tenía consciencia de si misma y no se pertenecía más.
Era de los que la querían y la pedían.
¡Era tan joven pero envejecía tan rápido!
Su cuerpo ya no era de ella y estaba totalmente agotado...
Y él, su fiel amor secreto, la esperaba todavía...
Cada noche, cada día, sin vida propia...
Pero fue durante una noche de invierno, cuando las rosas morían y los pensamientos se escapaban, que sus manos enterraron esa daga en su corazón, y se mancharon de su sangre roja.
Su dolor lo consumía, su odio lo controlaba y su tristeza lo cegaba.
Se había vuelto loco. Loco de ella, loco de él, loco de la vida.
Pero de su veneno de amor se despertó, y su princesa, su cielo, ya no estaba ahí.
Se había asesinado a él mismo, había asesinado al esclavo en el que se convirtió, esclavo de su propia voluntad.
Sabía que ella había sido tocada, sabía lo que era y quien era, pero aún así la amaba.
Pero esa noche, su corazón había explotado, y la quería para él, para su sonrisa, para su mirada, para su vida. De la forma más egoísta, porque aunque ella no fuese feliz, él pensaba que él si lo sería.
Y como la había matado, sabiendo que otras manos habían tocado su piel, tuvo que arrancar las últimas rosas que había tomado para ella y perdido en su soledad, caer en llantos, mientras que el veneno de un amor fallecido atravesaba su piel, se mezclaba a su sangre y terminaba con su alma ya muerta hacía mucho tiempo atrás...
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