Gracias por existir

Te idealicé, te subí a las nubes con una sonrisa cargada de lágrimas de orgullo.
Eras la cosa más bella que había visto.
Eras único, con alma, con música vibrando por tus venas y sentimientos ocultos bajo tu piel que se había hecho dura con los años.
Pero eso te hacía más brillante, algo digno de veneración y de poner en todos los altares existentes.
Y me faltan palabras para expresar todo lo que me haces sentir solo con existir, porque en esta vida no tuve el privilegio de tenerte por más de cinco minutos.
Sin embargo hay gente que es más desventurada que yo, pues hay personas que nunca conocerán la magia que había en tus manos con un mísero roce, no sabrán que tu voz opacaba a todos los locutores de radio del planeta, ni que tu inteligencia era capaz de hacerte perder mil trescientas veintidós apuestas.
Odio que no vean lo que yo vi y al mismo tiempo, envidio a los que tienen el placer de seguir viéndote. Aquellas personas que no tendrán que ponerse de rodillas ante tu luminosidad, pues tu las levantaras del piso y las pondrás como tu igual.
Yo jamás pude igualarte. Estábamos a destiempo, chico. Yo era una niña, mientras que tú, ya eras un hombre.
Nunca supe cómo retener algo tan grande sin subirte a las estrellas y a mi bajarme al infierno. No lo logré y alguien más lo logrará.
Sólo espero que quien sea, no te baje del altar en que te tengo. Que esté a tu altura y brille tanto como tú para que no te opaque.

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