Fábula de los amantes cánidos...
Apoyados en el hombro de la noche entera, los amantes caninos se dirigen hacia donde van. Salen a llenar sus flancos mórbidos, cantando al este, surfeando en el pantanal. Sus lenguas, indómitas, iridiscentes, costean la ruta pagana de los milagros. Sus hocicos, intrincados, resuelven a bocanadas de sal su karma perruno, su arma perruna, su alma perruna.
Ella lame los restos de un pretérito olvidado, mientras que su espalda perlada, atentada por la lívida miel, socorre el primer amanecer de amante de la antigua nueva vida que ha de morir de cara al sol. Nunca apacibles ni solfeados, acribillados de ser.
Mártires-bribones, inquietos hampas cánidos indolentes insolentes de algún que otro pedigrí. Jueces y parte de sus pulgas, riegan instinto humano para ver si hay que mirar.
¿Hasta cuándo las narices frías de tanta puerta anhelar?
continuará...
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