EN OTRO LADO

Contemplo el aroma
de un alma florecida
desde la altura ondulante
de un nostálgico amor.

Eran regalos divinos
ese arte,
esa fuerza,
esa milagrosa belleza,
ágilmente robusta,

divinamente atenta,
que nació para reinar
sobre las suntuosas blasfemias
y entretener mi cabeza
con los hechizos de una cara
o los caprichos de un corazón.

Yo observaba su cuerpo voluptuosamente tejido,
donde la gracia a sus anchas paseaba.
En aquellos días eufóricos y burlones,
en que su dicha realzaba mi contenido dolor,
su elegancia, con triunfador encanto,
del éxtasis me hablaba, aligerando mis sombras.

¡Su faz tenía tal encanto…!
A sus estimulantes formas,
aderezadas con sensuales recuerdos,
yo me acercaba, trémulo, para respirar
la frescura de su entorno.

¡Oh criatura gentil!
¡Oh atractivo brutal!
Mi divina hermana,
tras arrastrarme a su lecho,
me abandonó en el llanto
de una soberbia majestad.

El mal tiene mil máscaras,
la mentira luce un mohín exquisito,
y, contemplándola de cerca, atrozmente crispado,
vi al auténtico monstruo, a la mujer real
que se ocultaba tras una mente ociosa.

¡Ay, pobres ojos!
Las ondas esplendorosas
de sus jóvenes olas
ahondaban mi complejo de amante.
Embriagado por sus pies de princesa,
sentía temblar mis rodillas
ante las aguas revueltas
de sus turbulentos ríos.

En aquel rostro inigualable,
que empequeñecía todo lo humano,
¿qué sarcástica sonrisa
brillaba ante mis ojos
como un indecente tesoro?

En tenebrosas sombras
me sentí estremecer,
la verdad estaba en otro lado.