EL MARINERO

Como una tarde más,
bajo hasta el puerto.
Los barcos
entran y salen.
Podría zarpar en cualquiera de ellos,
alguno que me lleve
al otro lado del océano.
Diría adiós a mis hijos
-que no encuentran trabajo-,
pero ellos son mayores

y, total, la vida
es cuestión de suerte.
Me despediría, o no, de mi mujer,
que supo compaginar el amor
con limpiar las ventanas
de nuestra amada casa.
Cambiaría mi hipoteca
por una dulce alcoba, dando al mar,
y un radiante balcón donde,
en las claras mañanas,
cantasen las alondras.
Entre las frías olas,
encontraré bellas náyades
que me alegren los días…
Y cambiaré mi humilde felicidad,
serena y rutinaria, por locas noches
de embriagadores besos…
Pero, ¡ay!, como todos los días,
mientras pensaba en esto,
se puso el sol.
¡Tampoco hoy podrá ser…!
Quizás mañana.