El leñador y su sombra
El leñador y su sombra
Caída la noche, animado,
por el goce que genera una caminata tranquila, bajo la tormenta,
decidí persuadir a mi sombra para no sentirme tan solo,
en esta temeraria travesía.
Tomamos el primer camino que ofreció la memoria,
confiando en el nuestros pies,
ávidos de recoger una buena historia,
Fue fácil encontrarla, afortunadamente estaba en las primeras hojas,
entre todas las historias que tiene el bosque, en sus multicolores.
Mientras la orquesta de ramas,
dirigida por el viento, interpretaba a Wagner,
- al menos eso creímos o quisimos escuchar -
nos propusimos humildemente,
edificar unos versos al reverso de la sinfonía,
para documentar la historia y nunca más olvidarla.
Este bosque es un sueño, dicté a mi sombra,
un paraíso escondido, escribió ella:
como una matrix de la palabra; asiento para la inspiración,
cobijo para las emociones.
Mi sombra, que suele ser callada y fisgona,
ignorando el peligro que implica la furia del viento,
terminó proyectada contra una hermosa y verde encina.
Al fijar en ella mis ojos, para recuperar a mi desventurada sombra,
advierto lo que no pueden inadvertir unos ojos como los míos.
Al ver la poesía en las verdes hojas, de este magnánimo ser,
descubrí que las emociones, no vivían en él adormecidas.
¡Ay encina!, clamé, ¿por qué tu lírica me excita, maravillando mis sentidos?
Esta, menos callada y menos fisgona que mí sombra,
respondió tímidamente, pero con mucha cortesía.
Sufro, sollozó, vivo en extraña agonía,
temo el abrazo de los hombres, temo su hacha y su fuego.
Pero dime, ¿qué hace un caminante y su sombra en esta incierta media noche?,
¿no serán ustedes fuego y hacha de los hombres, verdad?
En el bosque hay más que sólo figuras, siguió,
pero aquí, nadie osa preguntar, ¿qué es ese más?,
por eso es terrible el viento de los hombres,
que pregunta con el hacha y borra con su fuego,
la pregunta recién formulada.
Luego de un triste ademán, continuó,
el viento invernal sacude fuerte: a los más débiles,
a los fatigados, a los inestables, a los perdidos.
Pero el viento de los hombres no hace diferencias,
los angustia a todos y yo me incluyo entre ellos.
Por eso ofrezco mi lírica en respuesta:
como lazo y manto de esperanza,
durante todo el tiempo que dure la tormenta.
Perdóname encina y perdona a los hombres, dije temblando.
No debes temer de mí y menos de mi sombra,
al igual que tú escribe versos, que le dicta mi embrionario corazón.
Tampoco las emociones son ajenas a nosotros,
¿verdad que somos de fiar mi fisgona sombra?
Esta calló.
Había sido engullida completamente por la encina.
28/08/2017
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