EL INCONFORMISTA

Tranquilo, estoicamente,
dueño de nada y esclavo de mis compromisos,
asentado en mi tierra,
conocedor de las cosas irracionales,
sometido a ellas, en vilo, sensitivo,
admito la contingencia de mis cosas,
mis debilidades, mis febriles estados,
y reconozco que mis asuntos son menos
acuciantes de lo que yo pensaba.
Ya el hambre se adueñe de las tierras

extrañas o del suelo de aquí,
de las tierras costeras
o de los mundos tierra adentro;
yazcan muertos los mares
o gima el monte olvidado,
sin notoriedad, ni ocupación,
acorralado por la fría noche,
manifiesto mi rechazo total a la opulencia.
Cualquiera que sea la ribera en que yo habite,
quiero hacer frente a mi ridículo
y encarar la corriente del río,
la fuerza de los despóticos señores,
aferrándome al alma de la tierra,
al empuje de las tormentas,
al soplo de la vida.
Y me opongo terminantemente a la injusticia
donde quiera que ésta asiente su hogar.