EL HOMBRE LOBO DEL BRACTEATO DE ORO ( II parte)
EL HOMBRE LOBO DEL BRACTEATO DE ORO
( II parte)
Al rato, cuando estando sumido en mis pensamientos buscaba evadir su amenaza, escuché más fuerte sus rabiosos gruñidos acercándose por entre los árboles, tanto que me obligaron a prepararme a una embestida. Y alistando el garrote me fui alejando del monstruo. Tuve suerte de poder hacerlo y, por suceso providencial apareció el auto esperado y lo abordé casi de un salto, estando el engendro a pocos metros, lo cual fue suficiente para poder distinguir que sobre su oscuro pelaje del pecho se definía un talismán de oro, lo cual me impresionó más porque en los recuerdos aparecieron las vagas imágenes de haberlo visto con su dueño en algún lugar.
El suceso que refiero había quedado relegado en los recuerdos, hasta un sábado que descuidé llevar cirios en su debido tiempo al cementerio, por estar ocupado en mi trabajo. Estando iniciada la tarde me apresuré a completar mi tarea para poner luz en sus farolitos de los viejitos. A llegar las cinco de la tarde decidí bajar al pueblo tomando el camino boscoso cercano a Kropsburg. Había claridad pero en lo alto la luna se notaba muy adelantada en su paso por el cielo alemán y parecía deseosa de querer jugar a esconderse por entre los pinos. A lo lejos se veía una inicial puesta de sol para disfrutar,
con sus tonos cálidos mezclándose poco a poco entre la niebla que hacían borrosos los viñedos en la distancia cual un encanto. Al rato me di con la sorpresa que había ingresado al cementerio casi sin darme cuenta por ese arrobo paisajístico. Estando junto a su cripta de los viejos, desde alguna parte salieron unos aullidos cuando desde lo alto la luna definía semejantes a espectros las siluetas de árboles y tumbas. No demoré demasiado en poner los nuevos cirios brindando sus oraciones de regla para los difuntos; por ese motivo y notando que se acercaba la noche, me dirigí con cirios sobrantes para colocarlos en algún sito de abandonados. Al encontrar uno lleno de maleza me puse a limpiar sus espacios sabiendo que ningún otro lo haría, luego coloqué las ceras en sus maltratados faroles. Al cabo de la tarea pretendí salir por donde había entrado, pero hubo un lastimero quejido con tono confuso que me hizo comprender que no era del lobo sino de alma en pena, proveniente cerca de la puerta principal. Eso me decidió a salir por un portón contiguo al velatorio. Ya me acercaba al pasadizo elegido, debiendo cruzar junto a una gran cruz de piedra que anunciaba la calle; y otra vez sonó el aullido salvaje del lobo, casi a mi espalda. Esta vez me alejé pronto usando el camino de los vinicultores que me llevó hasta Edenkoben.
___CONTINUARÁ___
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02/01/2023
Acompaña música de fondo.
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