EL BUQUE FANTASMA
¡Dócil timón al que mis brazos se asían!
Ya terminó nuestro amoroso abrazo,
en mi cabeza suenan terribles campanadas,
diabólicas campanadas,
insoportables campanadas
que apagan la voz de mi alma,
un alma quejosa, temblorosa,
dubitativa alma, casi incapaz,
pero, en definitiva, ¡mi alma!
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haced temblar mi corazón,
un corazón que yace aterido
en desapacible cubierta!
Álzate y atiende, despierta,
que para ti flamean los altivos escollos,
para ti se engalanan las olas
y, en salvajes corrientes,
se derraman las deshechas rocas
del escarpado arrecife.
A ti te llama el anhelante navío,
a ti regresa la fantasmal nave
guiada por el faro de tus azules ojos.
Mas, ¿qué fue de tu sino?
A tan sólo unos pasos de la playa
duermes entre un mar de algas.
Tus labios no responden,
tus oídos, cubiertos de sal,
ya no escuchan la voz de las olas,
no tienes velas ni puerto,
tu quilla se ha clavado profundamente en la arena.
Invernales tempestades, coléricas, indómitas,
de tu exhausto seno expulsaron el victorioso sueño,
¿dónde están tus laureles?
¡Atrevido viaje realizaste,
vestido con ropas fúnebres,
para acabar tendido en la cubierta,
ya sin apenas voluntad,
con la bandera negra sobre el pecho!
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