DEMONIOS

No sé caminar por el sendero
De la vida sobre una muerte
Que abandonó su oficio pétido.
La muerte huele a miel
En el vientre que me concibe llano.
Un demonio me habla sigiloso
Como un gran ojo en el cielo,
Me dice cada cosa, como locura,
Pérdida y carencia,
Como una lencería que atrapa

Y enreda el pensamiento del hombre.
El demonio siempre habla
Como las piedras en el mar,
Hondo, profundo e indescriptible.
Su aliento es la marca de una quemadura,
De cada cicatriz hipertrófica
Que se puede apreciar en mi piel abrupta,
En mi piel que me es tan desconocida
Y tan ajena a mí.
Demonios y demonios,
¿Nunca dejarán de bailar como plumas por el aire rojo?
Malditos asesinos que asedian y diezman
Con sus cuchillos cercenando carne muerta.
Mirando la oscuridad,
Le dedico tiempo al tiempo
Sin ganas de sobrepensar.
Me duele la vida y la muerte,
Pero sigo amando a la segunda,
Espero no se demore a tientas de la noche.
Cada rama quebrada y tatuada en mi piel
Me arden y sangran irascibles,
No soporto verme a un espejo falso.
Me aterrorizan,
Ya no puedo confiarme de mi ser,
Ni del viento sulfúrico,
Ni del infierno ni el cielo,
Las flores planas
Me van a devorar tarde o temprano,
Pero nunca faltan.
Incitan instantes iracundos,
Me llenan de aquél alcohol cedoso,
Que como hilo
Me toma de remiendo,
Me duele el mundo
(Cada acto seguido),
Me duele la religión:
Siento como si Dios me callara los labios
Y me presta
A esos ojos sórdidos
Que continúan
En la metamorfosis del desasosiego.
Demonios,
Bajaron del mugido
Del océano oculto,
Bajaron...