Corta historia de un “no sé qué”

Hay veces en que unas pupilas brillantes, unos ojos carmesí de animal, una sonrisa sin escrúpulos, un “algo” macizo, oscuro, irrespirable con aroma a licor y limón se vuelven el inicio de esta corta historia de un “no sé qué” en la que resultamos encerrados tú y yo como cuervos hambrientos en un callejón sin salida.

Esta corta historia en la que me como las llaves porque no hay de otra, porque no nos queda nada, teniendo todo que perder. Hablamos entonces lenguaje corporal. Nos olemos. Nos auto biografiamos en un fuego cruzado de pupilas.

Tus disparos duelen como dispararse en el paladar con silenciador y la sed de mis dedos que apenas te rozan cortan mis venas y delatan la manera de suicidarme en esta corta historia de un "no sé qué", al ver como el amor también se lo suele cargar el diablo, quien me hace vomitar las llaves para abrir la puerta y que todo siga su curso.

Pero estuvo bien pienso. Me da igual el camino de pérdida y desierto que me queda hacia ti en esta corta historia. Me da igual la espera, me da igual los juegos de azar, el licor y el ansia… lo único que hay de cierto acá son los tragos que bebimos juntos, las botellas vacías que quedaron tendidas sobre la mesa de aquel bar con el sabor de tus labios malditos.

Fin.