Ciudad de Rosario
Bajo la égida de la luna lánguida, se despliega mi cuerpo efimero en el confín del éter. recorro la ciudad de Rosario, entre el cemento de los edificios urden los desdichados con ecos silentes.
filigranas se dibujan en el enrevesado firmamento nocturno, despertando así quimeras taciturnas.
las bolsas y los papeles vuelan libres entre la ciudad, contrastando con mi paso lerdo y las luces de neón.
parece que solo existo yo en la calle de esta ciudad, todo es irreal, onírico.
la devastación y la lujuria se desanuda
en pliegues densos entre espejismos que acarician la piel del silencio.
veo el juicio divino y la imposición celestial alzándose en una fusta santa.
la ciudad se desdibuja en nubes psicodélicas y se derrite todo frente a mi...
la poesía se desdobla en poliedros de éxtasis cromático y se desvanecen las fronteras de la sintaxis, y en la sinfonía disonante de consonancias etéreas, los sentidos se embriagan, y mis ojos son lo de lucifer pintados por Cabanel.
y ahora vago en formas vagas y conceptos inexistentes, indescriptibles e inenarrables como los horrores de el gran maestro, con palabras malsonantes y un entusiasmo idiota por expresarme y escribir.
me siento a conteplar Rosario, la veo como un lienzo enigmático y efervescente...
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