CEREZAS Y APARTHAID
No sé si las ilusiones volaron en bandada
cuando sus alas de hierro ya no estaban oxidadas,
o si las guardé en un cajón
en la sala de los candados ciegos.
Las emociones inertes durante mucho tiempo,
el dolor atrapado en cada uno de los hilos de tu arpa,
el recuerdo de la dedicación a tu cuerpo en una copa de vino
y tu sonrisa tras la ventana del rencor.
Un día desperté con la amarga decisión tomada,
Robé tus intenciones para hacerme más fuerte
de forma silenciosa a la espera de un milagro,
a pesar de no tener fe en la palabra
que se pronuncia a miles de metros de altura.
Rehusé del valor para enfrentarme a tu imperio,
me negué a recorrerlo de punta a punta,
sabía que ya no brindaríamos para celebrar la caída de tu ejército,
sabía que era el tiempo de las cerezas
y que su jugo sustituiría a mi lengua.
Enterré mi osadía, y no me atreví a quitarme la máscara,
a desnudar mi rostro para en tu fiesta vestirme de gala.
Así que caí preso,
desde aquí las mañanas no se ven tan claras,
y las noches se hacen irrisoriamente largas.
-Presenta tus disculpas- Dijeron desde Versalles,
se les hacía la boca agua,
pero yo no podía hablar,
tenía la mandíbula desencajada.
El diablo se presenta ahora en estado gaseoso,
pero jefes, rebeldes, consejeros, representantes, víctimas, fieles e infieles,
todos ellos con las mejillas inflamadas
le rinden culto entre tus sábanas.
Pasaron de los susurros premeditados
a las vejaciones consensuadas.
Intentaré tirar la puerta a patadas,
aunque las flechas no pararán de perseguirme
en violentas y estridentes ráfagas.
En mis manos negras habéis buscado el apartheid,
y convencéis con vuestro discurso pegajoso,
apeláis a mi higiene sacrificada,
vosotros, que maltratasteis a las damas
abatidas pariendo en los suelos.
Vosotros, que visteis a los sabuesos arañando sus puertas.
Vosotros, que quemasteis sus muebles de ébano.
Por no querer pasar por la vida como duda,
llevo un lustro aquí encerrado
y no han lavado ni mis sábanas.
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