CATORCE FÉRETROS

Ruido cancelando vuelos,
y yo en pose solemne
bajo el tambaleo de los truenos.

Tan solo pediré con boca de niño,
soñaré con robar un chicle
y mascarlo en la cúspide de tus senos.
Pediré que estalle el volcán
para que la lava
se refine entre mis dedos.

A

lertad a los soldados más condecorados
de que alguien aquí intenta domar a los elementos,
y que prometan que siempre habrá alguien,
sea yo, o los miles de ellos.

Y si llega el anuncio a las mezquitas,
a las sinagogas,
a camposanto,
a la estrella de San Agustín
o al megáfono del internado,
unas u otros, me dan lo mismo,
porque siempre aullaron fieles,
siempre sonaron sonetos,
siempre ardieron Nerudas,
siempre resucitaron los silencios.
iSiempre hubieron concejales,
hubieron muertos!.
iSiempre hubieron cotorras
que no guardan un secreto!.

Para cuando descansen los sastres espirituales
en su alta torre solitaria
bajo el decreto de los codos negros
y de los hombros de algodón
donde reposan los cerebros,
guardaré mis amuletos,
y orgulloso meteré
mis catorce lunas
en sus catorce féretros.