Aprender a morir
Aprender a morir, de todas las cosas que podemos aprender,
entender y hasta que sea un lustre recuerdo en al recorrido de la vida,
son historias que con una sonrisa podemos disfrutar,
sentir en el fondo del alma que fue una buena vida,
pero en cuanto tomas conciencia que la muerte
es tu compañera de viaje, quieres que el tiempo
no siga su recorrido y que la sonrisa vuelva al rostro.
Sentir que cada día se acorta el viaje, las aventuras,
sientes que hasta las fuerzas no son las mismas,
las manos que transmiten el calor de lo más profundo de un ser que te ama,
aprender a morir, es aceptar que el día de hoy tiene un alba y un acaso
y que a pesar de los años, debemos descansar
y dejar un último mensaje.
Aprender de a morir, en una edad que se supone
estas en la plenitud de tu vida, saber que el cuerpo se desintegra,
que cada minuto es un cumulo de tiempo que no regresara,
aprender resulta complicado y aún más entenderlo,
por los demás, porque en el mundo dejas añoranzas,
cosas sin terminar y hasta corazones rotos que no podrás armas,
que sentirán ese dolor quizá eternamente.
Sentir que acabo el tiempo es una forma de mirar la vida,
es un juego de silencios, una bala que recorre el mundo
en busca de un cuerpo, hoy no somos nosotros,
pero el límite de la vida está en cada paso que damos,
aprender a morir resulta tan irónico como cuando empezaste a caminar,
como cuando fue la primera visita de la muerte a tu ventana
susurrando tu nombre.
Aprender a morir, resulta que no debemos aprender,
lo hacemos día a día, con cada acción con cada mínimo paso,
no nos damos cuenta, solo vivimos, pero en realidad estamos muriendo,
en algún momento la balanza se inclina y el peso de morir
es el escenario más optimista, la principal visión del proceso
es entender que estamos un segundo de tiempo
y en un punto del universo.
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