Amor superfluo.

Otra vez, la comezón que ataca el cuerpo, me contorsiono, me rompo y resquebrajo, sangro de a pocos, me duele la cintura del susto, pero lo que me mata es la incertidumbre, me desmorona pensar; hace que se me parta la cabeza.
Ésta será una noche larga, las sombras se apilan en mis ojos, no veo nada en lo absoluto. Es increíble lo que está pasando. El sudor se apodera de mis manos, se me resbalan de entre los dedos, las caricias que he estado tejiendo para cubrir tu cuerpo, la boca seca; amarga el aire que trago a bocanadas, que sensación tan miserable y todo, ¿por qué?
Si acaso valiera la pena esto que pasó, éste coraje que destilo, éste olor a cursilería barata que abarrota las mangas de mi camisa.
No había encontrado a ser humano más inútil, que ese que se asoma en el espejo, ese, que se acomoda el pelo a manera de ocultar donde ya no crecen. Ese que disimula la panza inflando el pecho y que, al menor descuido, todo se le desbarata.
Pero, preguntarán ¿qué lo motiva?
Casi nada, un par de piernas blancas, una manos suaves, una linda cara; adornada de un par de ojos de color café y esas pestañas que roban el alma.
Y para ayudarse un poco, usa esa loción cara que compró para ocasiones como esa y disimular esas manos rancias con las que se ha acostumbrado a acariciarla.
Se consuela con dar su amor superfluo, su denigrante; amor de viejo.

Extracto de "amor de un viejo"

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Ciudad de México 10/11/2021
Adrián.