Al ojo del culo,
¡Ay maremoto encendido!,
¡nadie todavía ha comprendido,
tu función vitalizante,
tu intestino zigzagueante!.
El viento sale de tí,
y no huele acaso a alelí,
también hiede tu estreno
del defecar tan sereno.
P
¿qué escandaliza a la gente?,
si también huele el retrete de la herida,
y también el oloroso pedo ingente.
¡Tercer ojo del tiempo y del espacio!,
de tí cuidan el papa y el tendero,
con insaciables formas del esmero,
con sumo cuidado y muy despacio.
No vaya a ser el óxido precario,
el culpable de fétidos dolores,
¡se figuran bien todos los horrores
que vienen de un obrar muy temerario!.
¡Más cuidan la mirada del ojo escondido,
que a los niños del valle y al verso malparido!,
más cuida su furiosa retaguardia,
la plebe con culposa taquicardia.
¡Entonces yo dedico el disparate,
a la premonición de tu mirada!,
pues no existe mujer ni vive vate
sin dejar de sentarse en la cegada.
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