Al filo de la navaja
…y ahí estabas nuevamente
sentada en el filo de mi sueño de medianoche,
encorvada, taciturna, fría con la lengua hecha pedazos
Y yo,
atónito al otro lado de la noche,
sumergido en lo profundo de mi sueño,
Sin ti, sin mi, sin ellas
esperando a que abrieras tus diminutos ojos,
tu boca imparable y me dijeras en voz diminuta lo que usualmente piensas
A
te dejo y te quedas sin poder abrazar tu vieja estética,
a lo que me acostumbre con los años,
con los minutos de tu cuerpo,
de tu humedad y otros menesteres.
Y es al filo de la navaja que el sangrador te modifica a sus antojos,
sin poder responder a mi preguntas, a mi angustias de media noche,
de media luna…
De este lado permanece tu cama vacía con tu silueta y sin tu estética,
la lencería diminuta, el gemido de la noche anterior y una larga lagrima seca
sobre esa imagen que guardo de ti, de mi, de ellas…
Te escribo para tratar de encontrarte,
pero tu olor se a perdido,
se ha ido con el paso del filo de la navaja
se ha desvanecido entre las manos del sangrador...
Amar tu vieja estética era fácil, sin apósitos,
sin rutinas de jadeos y tus nalgas en perspectivas.
… y ahí estabas nuevamente
sentada del otro lado de la cama,
y yo,
agobiado al otro lado de tu espalda,
con ganas de saber de ti.
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