"Al cuidado de Marie Julié", fragmento de la novela: Las tribulaciones de Torda. Capítulo XV.

"Postrado sobre un humilde camastro que, aunque sin aliño de buenas celosías de cuerda, no por ello resultaba demasiado incómodo, me prometí que lo primero que haría al regresar a España sería recuperar a mis hijas del convento religioso en el que las había obligado a ingresar".
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Todo en ese lugar me inquietaba. A pesar de que en ese enclave las aguas del Mosa eran tranquilas y cristalinas, no podía dejar de pensar en la escena de los cuerpos flotando de mis hermanos caídos tan solo a unas pocas leguas río arriba. Además, ese refugio en mitad de la nada tampoco estaba exento del abrazo de la muerte, pues albergaba un sanatorio de desahuciadas, lo que no era un incentivo muy halagüeño para una convalecencia.
Melchor continuaba con la devoción por el dibujo. Siempre que podía, retrataba a Julié rezando o enfrascada en otras escenas cotidianas, como trabajando el huerto o recogiendo los huevos de las gallinas ponedoras. El muy pillo, a hurtadillas, incluso había logrado representarla en el acto íntimo del aseo. El pequeño artista plasmó en su cuaderno con tal sutileza el descubierto de sus hombros y las redondeces de sus caderas, que no sería ninguna de las venus retratadas por los mejores pintores merecedoras de más veneración que esa.
Marie Julié me intrigaba. Cuando el inocente de Melchor le mostró su dibujo, no le devolvió un mal gesto. Lejos de propinarle un pescozón por su osadía, la iniciativa del niño la agradó infinitamente.
Ambos disfrutamos de los cuidados de nuestra joven religiosa una gran temporada. Una atención que se prolongó hasta que yo me recuperé por completo de la fiebre provocada por las traicioneras infecciones de mi herida y, de paso, de otros males inventados que pícaramente decía que me visitaban y me causaban desfallecimiento. Durante ese tiempo de descanso degustamos una de esas gallinas de buena grasa de las que tanto hablaba Federico. Nuestro compadre tampoco se equivocaba en lo referido al hacendoso cariño practicado por las holandesas.
Marie Julié era un sol en las tinieblas de mi oscuro lecho.
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