341
Vi dentro del hoyo que habíamos cavado en la tierra y dentro del ataúd, y ahí estaba el joven que recordaba haber conocido casi treinta años atrás, demacrado y débil pero ni un día más viejo. Tras escuchar cuanto tiempo había permanecido encerrado su confusión fue evidente, pero después, como me temía, su instinto se cazador le hizo desear el alimento que tanto tiempo se le había negado. Me acompañaban en ese momento tres buenos amigos que me ayudaban en la cacería de estos seres demoníacos y a cada uno de ellos les hubiera confiado mi vida y eran como mis hermanos, por eso lamenté cuando el recién liberado vampiro saltó fue era del hoyo abierto en la tierra hacia el cuello de uno de ellos. Derribando al piso y chupando su sangre con una avidez que pareció drenarlo en solo unos segundos. Tardé un poco en reaccionar pero cuando lo hice tomé la ballesta que colgaba de mi espalda y en la que era un experto. Lancé una flecha que hirió a la criatura en la espalda, dio un grito de dolor y cuando volteó a vernos se encontró conmigo y mis otros dos amigos acercándonos con una cruz y estacas de madera. Logramos arrinconarlo contra los restos de una construcción y para terminar de someterlo lo rocie con agua bendita que guardaba en un frasco pequeño. Se cubrió el rostro manchado con la sangre de mi amigo y juro por mis nietos que vi en sus ojos cuando los descubrió, arrepentimiento, pena de haber acabado con una vida obedeciendo a sus instintos. Me acerqué un poco, lo llamé por su nombre y le aseguré que no quería hacerle daño, que si lo había sacado de ese ataúd después de 28 años, era para ayudarlo a vengarse de los que lo habían puesto ahí.
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