Vivo
He visto hombres romperse por menos.
Por una palabra mal dicha,
por un sueño que no encajó,
por el simple hecho de saberse finitos.
Los he visto bajar la cabeza
como si el piso tuviera respuestas.
Como si arrastrarse fuera
una forma digna de llegar al final.
Y
yo también tengo miedo.
No ese miedo de película,
no el que grita en la noche,
sino ese que te respira en el cuello
cuando te estás lavando los dientes.
Ese que te susurra:
“Esto no importa. Nada importa. Y tú… tampoco.”
Pero no me detiene.
Porque ya aprendí que el miedo
es solo otro animal hambriento
al que puedes mirar a los ojos
y decirle:
“No me vas a comer hoy.”
He caminado entre ruinas,
no de ciudades,
sino de personas.
Y a veces me descubro
pateando entre los restos
buscando algo que brille,
algo que duela,
algo que me recuerde
que sigo siendo carne
y no solo un eco bien vestido.
He amado,
sí, aunque no parezca.
He amado con los dientes apretados,
como quien sabe que está mordiendo un espejismo
pero lo hace igual porque, joder,
sentir algo es mejor que estar limpio.
He tenido pensamientos tan oscuros
que hasta las sombras se me alejaron.
Y ahí, en esa ausencia,
entendí que la vida no es buena,
no es justa,
no es lógica,
que es puta y bella como una canción en un burdel.
Y yo no estoy aquí para entenderla.
Estoy para exprimirla con los nudillos rotos,
para decir:
"Mira, mundo, aquí estoy. No sé por qué, pero estoy.
Y ya que estoy, voy a arder.
Voy a reír con sangre en los dientes.
Voy a llorar sin pedir permiso.
Y si me voy… que sea de pie."
Porque si algo he aprendido
es que no hay salvación,
no hay redención,
no hay final feliz.
Solo hay pasos,
y cada uno debe doler lo justo
para saber que estás vivo.
Así que sí,
aunque nada importe,
aunque el universo no tenga un porqué,
aunque mañana me borren del mapa
como un trazo mal hecho en un cuaderno viejo…
Yo sigo.
Y si me dan guerra, bailo.
Y si me dan amor, sangro.
Y si me dan muerte… vivo.
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