VALS
Moriré adolescente
-bebiendo de la arcilla,
a la arcilla entregándome-,
no sólo para ser un reflejo de los astros,
sino también de todo lo auxiliar.
Miro la piel del compañero:
nada es pecado, todo es bueno;
bueno es el desprecio,
buenas son todas las especies
Soy un hombre
de crípticos labios,
tan azarados y permeables
como las vísceras del mundo,
de un mundo que no sabe callar
y que insiste en llover.
Sea cada macho para sí y para los suyos,
séanlo también las hembras,
y las madres de las hembras
que, con amorosos brazos,
cuidando del moribundo
que se encabritó ante las mujeres,
engendran esperanzados niños,
arrobadoras niñas cuyos ojos sonríen
y en sus pañales llevan
una insufrible liviandad
disimulada por traicioneros refajos.
Mis semejantes están limpios;
sus sombreros color de tierra
dibujan viajeras sombras.
El universo se calza sus zapatos
distraído,
mudable…
¡y me invita a bailar!
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