Un distante reflejo de Adán
Kerosene hirviendo, hartas llamas,
rebrote de magia, combustión...
El milenario comienzo de la guerra,
del holocausto,
de la salvaje risa que endiabla al ángel...
Y en las costumbres,
un párvulo aguerrido
se come las ciencias,
se roba la pasión,
se torna en joven,
en macho cabrío,
en señor de la violencia...
¡Y no descansa,
no se redime,
no se amilana,
no vive,
no muere...!
Danza perdonando a las sombras,
cree, ignorando las reglas
y los pergaminos rigurosos de la vida...
Muere de mentira entre el llanto,
entre la condición de su reflejo,
en la cocina y el salón,
en el desierto,
en la razón...
Medicina enlatada,
no hay abrelatas más...
No hay curación,
no existe el enorme río,
solo hay un libro a medio leer;
a medio escribir...
Una historia latente,
una memoria derruida,
una labor desestimada,
la compasión centinela,
la fiereza y el tormento,
la sumisión y el paraíso desdibujado...
Somos en el pasado
lo que seremos en el futuro,
somos lo que el presente quiera imaginar...
Somos en la vida y en la muerte
la broma inexacta
de un payaso con complejo de inferioridad;
somos en el gramado de la irrealidad
el undécimo centavo que nunca se gastará...
¡Vamos a nacer entonces en la versión a color
de nuestros deseos!
¡Vivamos cantando aún en el silencio!
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