Tus Ojos y la Orquídea

Mírame, dame todo de ti
en esa mirada.
Que yo sabré leerla,
que yo sabré sentirla.
En esta mesa
en apartada esquina,
en suave penumbra.
Mesa, fiel celestina.
Al igual que este
vino que en la mesa aguarda.

Mírame, cómo nunca
has mirado.
Siente, cómo nunca
has sentido.
En esta mesa que nos separa
y a la ves nos une.
Y esta blanca orquídea
por testigo.
Jamás habrá, deponente mejor
ni con más estima,
que esta quieta lindura.
En completa armonía;
tus ojos, suave música,
vino compartido
y esta bella orquídea.
Sólo pido una cosa;
Mírame, y da todo de ti.