TÚ MI MUSA, YO TU POETA.


TÚ MI MUSA, YO TU POETA.
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Tanto tiempo silente sin mediar palabra,
con el corazón ardiente, con el alma en llamas y el cristal de mis ojos con présbita mirada.
—Me intuyes, lo sé—
Maltrecho vagaba,
arropado solo entre sábanas estériles;
Venías con un pañuelo albo como tu semblante, dispuesta a secar mis lágrimas, trayendo un golpe de dulzura a las amargas infusiones de mi despertar desolado.
—Son muchas noches que esperé por vos— Susurraste…
Gorjeando como las aves tu nombre, componiendo melodías nocturnas
y soñando con la buenaventura, abrí los ojos y te contesté, desde mi perspectiva sugerente, que ya te anhelaba mi gitana.
Tomé tu mano, me enrredé en tu cabello y caminamos juntos al encuentro
de los laberintos ya marcados por los renglones de mi cuaderno.
¡Oh poeta!
—Escríbeme y descríbeme con tu pluma en mano y el corazón erguido—
Vamos, alza tu vuelo como un ave sin fronteras.
¡Solo te queda el cielo como límite amor!
Vuela hasta llegar y posarte en mi vereda,
que ahí es donde espero y ansío besarte ofreciéndote mi candor y mi vida entera.
—Musa y poeta—
Quebrando el silencio nos hicimos cómplices.
Cómplices de la combinación secreta en esta bóveda celestial
que guardaba dos inmensos, hambrientos
y sedientos corazones rotos
que absortos en sonrisas y besos, ennoblecían el aura de la noche.
Endeble era el corazón que viajaba en este cuerpo
tiritando de fría angustia susurrando un débil clamor.
¡Una y otra vez!
Hasta que apareció danzando en el horizonte tu bella silueta juguetona, enredada entre nubes blancas que acercaban a mi alma, la buena nueva de la tuya.
Impregnamos en la tierra del olvido esta hermosa pasión y transmutamos en fruta divina
el verdadero amor entre tú y yo.
Quebramos y desafiamos los báquicos murmullos
del mundo que nos rodeaba, siseando en conversaciones de cabezas serpentinas, pues seguirán arrastrándose como hojas de otoño
mientras nosotros, a los pies del Helicón, nos arrancamos la piel
cuando en silencioso vuelo, seguimos con rumbo a este edén que hemos dibujado
entre mi pluma y tu simetría.
Raymond Sánchez.
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