Su Jardín Moría
Ya no quedaban flores en su jardín,
sabìa q pronto la tierra se secarìa y todo allì moriria,
lento y sombrìo,
como una peste que trunca y despoja a su propio ritmo,
soberbia y vanidosa
ajena a toda plegaria, inmutable e implacable.
Observaba extasiada los jardines circundantes,
tan llenos de colores y aromas de nèctares brillantes,
hilando finamente sus pètalos de corales,
Allì habitan el Sol y la Luna, nunca la helada escarcha,
la tibieza de la brisa, nunca la tempestad enmarañada.
Añoraba las flores de camelia y el exquisito perfume del jazmìn,
la belleza sublime de las rosas
y los narcisos traviesos jugueteando en danzas infinitas
al compàs de misteriosas melodìas
escondidas entre las hierbas y el follaje suculento
de robles y sauces de sòlido esqueleto.
Su jardìn morìa,
cada segundo de cada minuto
de cada hora de aquellos dìas
observò con incesantes làgrimas
la inutilidad de preservarlo
a costa de lo que fuera,
tan sòlo un pètalo de flor, un atisbo de esperanza que resucite un pètalo de flor suplicaba al cielo
cubierto de nubes ariscas y perennes...
Su jardìn cubierto ya de espesa escarcha,
todo revuelto de ansiedades y angustiosos pesares
perecìa en el entramado de la pena profunda
de jamàs haber brotado plenamente a esta vida...
y ella ahì en medio se retorcìa rodeada de jardines circundantes
y siempre tan ajenos,
tan inmensos que casi no cabìan en la mirada errante del destino
absorto de la nada inconmensurable,
desnuda y eterna.
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