Sal amarga
Entre campanas de iglesia, mientras dormita la aurora, con inocencia en las manos tiró el mundo por la borda. El mar vomita nostalgia, insolencia, sal y aroma; los pensamientos dormidos de una traición bonachona. No fueron dos los amantes, no fue testigo cupido; fueron cuchillos hirientes entre lenguas y suspiros. Amó la dulce en su pecho, un amor de espejo limpio, y supo dar entereza a los tropiezos vividos. Llora una dama a escondidas, llora la sal en su lecho, y cicatrices cerraron poco a poco los intentos. Un suspiro bebe amargo entre un fuerte olor a incienso y en esa noche de enero hizo un pacto en los infiernos. Suenan campanas de lejos, mientras le acuna la aurora; con las estrellas prendidas y resaca en las farolas.
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