PIELES DE SEGUNDA MANO

No sé si logramos descifrar el lenguaje de ese mar
que aquel día frente a nosotros parecía suplicar
por llevarse nuestra entrevista a su terreno.

Sospecho que lo que para nosotros entonces fue alquimia,
para nuestros compañeros, que bebían en la retaguardia,
no fue más que una tiñosa estafa.

No pedí que tus ojos se disfrazaran de los míos,
nunca te plantearía ese problema, no había nada que resolver,

sólo algo que admitir, porque como muchos jóvenes
queríamos atropellar a la vida, llevárnosla por delante,
aunque apenas alcanzamos a vivirla a medias. Y es que amiga mía,
en este momento que tus ojos cansados ya son nuevos para mí,
recuérdale a quien haya ahí dentro,
que ahora es nada todo lo de antes,
y aún así es mucho más
de lo que hoy me atrevo a poner delante.

Pocas veces más hemos hablado de aquello,
como mucho algún murmullo atascado
con silueta de diplomáticos defectos.

¿Acaso es la censura el truco que la memoria emplea
para hacer de aquella historia una fábula que presta
a unos trasnochados treintañeros
cansados de las pieles de segunda mano
un leve rastro de la que nunca reconocimos,
de la que aún dudamos en llamar inocencia?.