¡Para alcanzar el cielo…!


¡Oh raigón, magnificente árbol, que te agarras como
la roca al suelo, hundiendo tus raíces hasta sus
profundidades, y elevando tus gruesas ramas
para abrazarte a la inmensidad del cielo…!
¡Oh árbol!, tú que te enciendes con los amaneceres,
y te lavas con la brisa y atusas con el aire…,
y te pintas con la luz del sol y te adornas con
los tules y el brillo deslumbrante de la tarde…,
q
con el silbo de las frondas y el trino relajante
del jilguero y del canario, y te yergues bajo el
palio luminoso de la noche sobre el valle…,
que le ofreces a los hombres el fruto de tus bayas,
y el regazo de tu sombra y el perfume de tus
flores…, y te nutres con la sabia de la tierra,
y la luz, que en el haz de tus hojas se deshace…
¿Por qué no me infundes el torrente de tu fuerza
y me prestas las sales de tu sabia, para que
mi brío sea el tuyo y mis dos brazos tus ramas,
y las alas de mi alma tus hojas, -y mi fe-,
las raíces que te fijan y te aguantan…?
Si me lo dieras, me enamoraría de la
vida hasta morir de amor y acariciar el cielo…
¡Como lo hace tu copa, que en tu ascensión, lo alcanza!
Autor Francisco López Delgado.
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