OCTAEDRO
Y era yo que preguntaba
por la hirsuta lengua de la sequía en tus pezones
y tu silencio
y tú silencio
para no darle la cara a cada golpe bajo de tu vientre
o la fiebre posesiva que te contempla cuando sudas fuera de la tumba
(tenía razón el viejo Borges “aun no exploramos por completo los versos
vivos y autónomos de Whitman”)
O
o solo sea la vertical ausencia del místico baile entre soga y verdugo
ejecutado al compás de turbias recetas y hermanitos del opio
(ya nadie intenta fundir la pastilla
es inútil el gesto del humo en la pipa)
Ni siquiera hay distancias o espejos para tu vagina
y mis testículos cuelgan por decisión unánime de la inexcusable gravedad
ergo: manzana
(hubiera sido un buen Corbière redentor de putas
o un pasable portero de parodias nocturnas y excusados)
¿Y si soy una falacia? ¿un homo erectus que escribe mil pendejadas
para poetizar coitos sin nombre y ese olor infecto de bares y letrinas?
Debería inscribirme en el partido de Góngora y elucubrar deliciosos sonetos
de pluma y filigrana.
pero insisto en palabras torcidas:
puta
navaja
trago
culo
pezón
Creo que hay un toque de cínica venganza en el costillar enfermo de mis versos
Me place rasparte las cejas cuando asomas la nariz de mono entre mis letras
Y a pesar de todo busco tu mirada: esa piedad barata que aturde mi egoísmo
No tengo remedio
aún en soledad
todo lo oscuro me perturba
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