Nostradame

Vida dividida en periodos de antes y de después
De sentir una vida en su interior florecer,
Preguntándose qué diantres iba ahora a hacer.

Cristalizaba ella sus ojitos con melacolía,
No le daba la noche el crepúsculo, se la vendía,
Mientras, gélida, el agua de su lagrimal caía.

Su ventana hizo las veces de aspa de molino,
El vendabal friolento le disparó un remolino

Que dio en el blanco, en la diana en el primer intento
Y su llanto se hizo alharaca, y su alharaca, aspaviento.

A la cruz que emitió el aparatito aquel
Intentó rezarle a Jesús y decirle también
Que daría vuelta 180 grados su camino
Si, por azar del destino, fuera falso positivo.

¿Quíen diría que el día del final de este mundo
Duraría incluso menos que solo un segundo
Y a la creación del nuevo debería enfrentarse?
Esta predicción no la hizo ni Nostradame.

Llevaba a cuestas un lastre, y era ser provida,
Preguntando "si salvo la suya, ¿quién salva la mía?".
¿Quién diría que el día del final de este mundo
Duraría incluso menos que solo un segundo?

Miraba, resabiada, un botón de color verde,
Cristalina de mirada y quebrajada de mente;
Con las yemas de sus dedos sobre un botón azul
Dibujaba círculos en los bordes, a contraluz.

Entonces supo que eran algo más que peroratas
Las que, megáfono en mano, de autonomía, gritaban;
Pero, para ella, eso no bastaba, por algún motivo:
"¿Qué voy a hacer con las manos que me han ahorcado por siglos?".

Mordía, llorosa, su labio, sin importarle la sangre
Que cayó, estrepitosa, augurando el desastre,
Ya que, esta tragedia no la predijo ni Nostradame.

En su puño encerraba con fuerza el predictor.
Le trajo el alba la esperanza que en la noche extravió
Y, cálida, su mirada explotó en decisión.